Para ahorrar energía y por tanto en la factura de la luz, hay que buscar dispositivos eficientes. Una manera de conocer las propiedades de ahorro de una lámpara es fijarnos en el etiquetado energético que posee la lampara o bombilla.
La Directiva Europea 92/75/CEE, de 22 de septiembre de 1992, obliga a los fabricantes de lámparas al etiquetado de los productos con el fin de informar sobre sus características energéticas.
Gracias a este método, es posible conocer a priori el consumo del producto con el fin de compararlo con otro de la misma funcionalidad y elegir la opción más eficiente.
En el embalaje de las lámparas es de obligado cumplimiento que en la etiqueta, aparezca además de la potencia de la lámpara (W), el flujo luminoso (lm) y la vida media (h).
Existen siete clases de eficiencia energética, identificadas con una letra desde la A (más eficiente) a la G (menos eficiente). Si se adquiere una lámpara de clase A, el consumo es casi tres veces menor que si fuera de clase G.
Por ejemplo, si tenemos una bombilla led de 8 vatios (clasificación A) y otra incandescente de 60 vatios (clasificación E), las dos lámparas son equivalentes en flujo luminoso; sin embargo, la clasificada A energéticamente consume un 80 % menos de energía y su vida útil es 10 veces superior, que la incandescente clasificada E.
Este ahorro energético y, por lo tanto, económico es muy interesante para los hogares y edificios en general.
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