La luminosidad instaura el carácter y sentimiento de un espacio.
El diseñador de la iluminación de una estancia puede considerar que esta haciendo una pequeña obra de arte, aunque hace faltan datos experimentales y técnicos como la cuantificación de la luz y su calidad no es menos cierto que es una experiencia para los sentidos.
La buena iluminación ayuda a relajar, activar y producir a las personas, y al contrario, la iluminación puede actuar propiciando sentimientos de abatimiento y depresión.
La iluminación tiene como objetivo crear ambientes confortables tanto en la oficina, el hogar, o los ambientes de ocio proveyendo visibilidad y armonía.
Por ejemplo un techo en penumbra muestra un ambiente relajado e íntimo, al contrario, mucha luminosidad genera en las personas actividad, lo cual es idónea para lugares de trabajo.
Otro ejemplo, la luz en las paredes genera atención sobre ellas, con lo que es una técnica adecuada para exhibidores y galerías.
Por tanto queda claro, que la iluminación no solo es alumbrar por el hecho de que haya visibilidad, también lleva asociado otras motivaciones de las que el diseñador tendrá que tener en cuenta actuar sobre nuestros sentidos y comportamientos.
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